Arzobispo Monseñor Aldo Giordano Nuncio Apostólico en Venezuela
Su excelencia
Arzobispo Monseñor Aldo Giordano
Nuncio Apostólico en Venezuela
Ciudad.
Muy distinguido Monseñor Giordano:
Tengo el agrado de dirigirme a usted con el propósito de manifestarle mi adhesión a las diversas expresiones de bienvenida que recibe desde diversos sectores de la sociedad venezolana, institucionales y personales, a su arribo a Caracas en representación de la Santa Sede y del Santo Padre Papa Francisco.
Dejo también constancia de mi disposición absoluta para contribuir de manera personal y directa con la gestión que usted ahora inicia. Disponga usted, excelencia, en el ámbito de la cooperación y colaboración con su “puesta al día” sobre las realidades venezolanas, difíciles y hasta imposibles de observar e interpretar por intermedio de los canales y medios regulares exclusivamente. Se harían necesarias las opiniones censuradas y autocensuradas después de varios lustros.
Estimo que para el restablecimiento del “Estado”, “del Derecho” y del “Imperio de la Ley” en Venezuela, todos los apoyos aborígenes y exteriores serán necesarios, y en el caso de algunos, indispensables. El del Vaticano, sin lugar a dudas, estaría en esta última categoría.
La situación de los residentes en este territorio, como usted conoce, es extremadamente grave y se deteriora cada día más. Baste observar uno de los escándalos mayores: los asesinatos pasaron desde aproximadamente 2.800 en 1998 a más de 2 mil por mes, 24 mil, durante 2013. ¡Con el agravante de alrededor del 95% de impunidad!
Para la consideración de su excelencia y su muy distinguido equipo, me permito remitirle copia de comentarios críticos que formulase personalmente, en relación con la más reciente declaración de la Conferencia Episcopal Venezolana del 10 de enero de 2014, con la que no ha existido contacto ni relación alguna.
Las opiniones y comentarios sobre la situación venezolana, públicos y privados, intercambiados en su momento con el Cardenal Rosalio Castillo Lara, habrían fortalecido mi convicción personal sobre la necesidad de aceptar, en adición a mis deberes ciudadanos, el deber apostólico de divulgar la verdad y exigir, sin obtener hasta esta fecha, la atención y reacción de la Santa Sede.
Respetuosamente, agradecería la atención de la presente y la oportunidad de saludarlo personalmente en audiencia oficial.
Atentamente,
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